25 may 2020

Sobre esperanza, préstamos y aspectos descomunales...

La plática era amena.  Había días de mucha conversación, gustos en común y quejas sobre aquello que nos fastidiaba. En otras, la duda asechaba y no podía creer que alguien de tan buen ver pudiera destinar su tiempo y su iniciativa a un muchacho como papamío. Cierto es que uno tiene sus encantos y sus destrezas, pero ¡ah! la suerte es tan tremenda que en cualquier instante todo podía verse perdido.

Por esa razón, papamío procedió de una forma distinta a otras. Fue con tiento, con mesura, sin esperar algo más que lo que era. No había ilusiones ni vuelcos de corazón. Las cosas se llevaban con su justa medida, aunque para ser honestos, el Fabuloso parecía más y más deseoso de frecuentar.Sin embargo, la confianza apenas construida recibiría un fuerte golpe en los días venideros.

Algo muy extraño ocurrió durante una semana cotidiana. El Fabuloso ya tenía algunos meses batallando para conseguir un empleo. El lugar donde trabajaba había cerrado súbitamente, por lo cual se veía en una situación complicada. No encontraba algo que pudiera ser de su agrado ni conveniencia.  Uno de esos días, me pidió consejo para encontrar algún empleo, o bien, para echar a andar su negocio, lo cual era un aterrile idea en ese momento, puesto que tendría que solicitar créditos bancarios sin tener forma de respaldarlos ni un ingreso fijo próximamente.

Así pues, tras semanas de batallar, bromeó con lo que nunca debió bromear.

Ya durante los meses que platicamos, hubieron instantes de coqueteos y flirteos subidos de tono, pero todo dentro de cierto respeto y límite.  Entre bromas, me ofreció sus servicios como asistente personal en mi trabajo, a lo cual me negué, dentro del mismo juego. Después, en su apuro, me ofreció su servicio para hacer el aseo en mi vivienda, lo cual no le convenía, pues la paga es poca y la disponiblidad menos.

Pasaron los días, hasta que una mañana me la soltó directa. Yo le gustaba, él estaba si horny, pero también en un apuro. Me pidió prestado algo de dinero, con promesa de pago al par de meses, pero como manera de mostrar su interés, me sugirió tener relaciones.

Sí. Así como lo leen ustedes, lectores intrigosos.

El Fabuloso me ofreció sexo como muestra de buena voluntad a cambio de un préstamo (mínimo por cierto). Aunque el muchacho me gustaba, qué digo gustaba, me excitaba, la verdad es que era una situación que no me latió para nada. No dudaba en que me los pagaría de vuelta, es solo que era una petición nada cómoda.

Y no es que papamio sea de formas apretadas ni prejuiciosas, es solo que... ay, mi corazón veía en él alguien interesante y que valía la pena conocer, pero el meter el tema sexual y económico, limitaba toda esa convivencia.  Imponía una barrera que ensuciaba todo.

Le dije que no y solo insistió una vez más.  Me dijo que era sí porque necesitaba el dinero, pero que en realidad ya quería echar pasión conmigo. Lo quería, lo deseaba. Quizá su forma de solicitar el préstamo era más una excusa, una pantalla para no mezclar emociones que él estaba experimentando.

Sin embargo, no accedí.  Me dijo "Está bien".  Y no dijo más durante ese día.

A la mañana siguiente, la plática se retomó como si nada. Tema de videojuegos, de qué pasaba en el día, su familia y memes simpáticos. Todo con una cotidianeidad enrarecida pues Papamio sentía el tema incómodo.  Así ocurrió hasta que por la tarde, él abordó la plática sexual. Era evidente que estaba caliente. Deseaba sexting y demás.

A los que conocen el andar del papamio, saben bien que el sexting nunca ha sido de sus fuertes, nunca le ha encontrado saborsito. No es que sea raro, es simplemente que pues, no más le queda a uno la gana de estar ahí, de saciarse, de cumplir las fantasías que se manifiestan, de volverlas realidad.  Así pues, el tema se fue irremediable, literal y metafóricamente a la verga.

Cómo la traes, cuánto te mide, cómo la mueves, para dónde, qué me harías, qué esto y qué aquello. Y entonces, me confiesa... "Yo quiero una descomunal... no quiero nada si no es gigante" Lo dijo en serio. Lo dijo agresivo. Lo dijo determinante.

"No es descomunal, pero me defiendo" fue mi respuesta. "Jaja" fue la suya.  Minutos después se desconectó. No volvió esa noche.
No volvió al día siguiente
Ni la próxima semana.

No se había conectado tampoco. ¿Me bloqueó acaso? No había forma de saberlo.
Mandé un mensaje tiempo después, salía enviado, pero no hubo respuesta.

No hubo señales de vida por dos meses.
Conflicatuado, me sentí literal y metafóricamente, de la verga.






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