9 feb 2015

"A ti, ¿qué te erotiza?"

- Ya nada me erotiza, Papamio!

Así fue un comentario que la chiquilla jotilla me dijo alguna vez. Él se refería a que ya solo encuentra placer y felicidad incomparable cuando está con su pareja/esposa/querida.

Supongo que es cierto y que también, es normal. En parte por la fidelidad y en otra, por el placer de sentirse seguro en una relación duradera y llena de confianza. Finalmente creo suponer, a lo que mi mente joteril me da a entender, que hay muchas diferencias a intimar con alguien las primeras veces a cuando se hace tras años de relación.

Vaya, es como una historia que alguien alguna vez contó... supo que estaba en confianza con su esposa porque "de novios te sales del cuarto para echarte un gas, pero en confianza, lo haces ahí mismo".  Muy desagradable simil, pero funciona para el punto.


Pero bueno, la idea es que la erotización puede ser mucha y muy variada, o bien, llegar al punto en que "nada erotiza", que se "trasciende a otro plano". ¿Será?

No lo sé... como buen Papamio Joteril, yo experimenté con el porno, como muchos otros. De jovenazo puberto, con mis amigos platicabamos al respecto y alguna vez vimos películas o fotografías. Era porno heterosexual, yo no sabía que mis joterias eran tales, pero sabía que algo existía ahí que no me erotizaba... oh no. Lo que me prendía y me ponía sudoroso e intrépido era el hecho de la complicidad... estar ahí con mis amigos, viendo algo "prohibido" y que ellos se erotizaban y por ende, yo también.

Eso me prendía... la idea.

Después, cuando ya comenzaba a descubrir que mis gustos eran "distintos", tuve con miedo y precaución, tiento y medición, a ver imágenes homosexuales.

Qué maravilla descubrir esos entornos por primera vez. Era una mezcla tremenda de culpa-prohibición, goce-malicioso, hormona-descubrimiento.

Gracias a las maravillas del internet casero, probé como mucho puberto torpe, ponía en buscadores (Altavista según recuerdo), palabras como "gay", "porn", y claro "XXX". De ahí que fueran mis primeras "dedicatorias" a los sujetos de las imágenes.  Yo no tenía gusto en particular, de todo aplciaba. Ahor amis gustos se han vuelto más refinados, también, como es natural, lo ha sido mi léxico.

En meses había pasado de "gay+porn+xxx" a términos más comunes y escenarios conocidos, "gay, twink, bear, bbc, daddy, black, asian, interracial, top, bottom, power bottom, bareback, safe, bondage..." y montones más que seguramente ustedes, lectores empedernidos, reconocerán. Lugares comunes en el porno, pues.

En fin. Actualemnte, los gustos  ya son más establecidos. Ya sea por experimentación, fantasía o simple curiosidad, he establecido cierto estándar de lo que me gusta y lo que no.

Lo cierto es que, siendo que es un tema muy amplio, diverso y que todos hemos estado expuesto a ello (en mayor o menor medida), aún me "brinca" cuando en relaciones de años de confianza y amor, aún se ocultan sus placeres o fantasias pornográficas.

Recuerdo a este conocido, él chacal morenazo barbudo, buen cuerpo y según se rumoraba, verga descomunal, quien ha tenido una relación amorosa intermitente por 8 años con otro chico. Ellos, activos los dos, supieron equilibrar cuando le toca a quien ser el pasivo. Pero en pornografía se oculta, tanto así que el sujeto me confesó "no sé que le ven a los rubios... a mi lo que me pone son los vaqueros de barba".  Mientras que su mejor amigo (un guerito coquetón) respondió "a mi me gusta el porno de negros... se me hace como muy sucio y rico", cuando una hora después el novio me confesó que a él si le iban los jotillos pasivos de trasero megaapretado.

A cada quien lo suyo... pero me sorprendía que tras 8 años, el chacalmorenazobarbudo aún borraba sus búsquedas en computadora de porno vaquero...  OJO, uno pensaría que pues se borra por "decencia" y sentido común, para que tu novio no vea que buscas pornografía, pero no. Él no lo hacía por eso, lo hacía para que no supiera que su fantasía eran los cowboys mexicanos.

Siendo algo tan "natural" y un gusto sensato... ¿porqué ocultarlo?

No lo sé.

La verdad es que la pornografía está en la mirada. Lo que nos erotiza es todo y es nada. Es de lo que tengamos ganas. 


5 feb 2015

El sujeto de la depravación (1)

Papamio es, como dicen por ahí, "cosa seria". Muchas han sido las experiencias que han marcado el andar de este jovenazo, buen mozo y talentoso jotillo de sus querencias.

Sin embargo hay historias densas, de caos, de discordia, de poco tiento al sentido común y a-tentar con las "buenas costumbres"; no se espante lector, que recuerde que mis historias pueden ser verídicas, ficticias o ambas, pues todo finalmente cuando se cuenta es ficción, es solo cuando ocurre, en el instante en que son reales-verdaderas.

Así pues, les cuento un par de interacciones que son inventadas (o no), que pudieron haber sido (o no) con aquel que llamaramos "el sujeto de la depravación".


Moreno de piel, escuálido de cuerpo. Aunque sus facciones hacía creer que era un simple joven, sin mayor trascendencia, su mirada indicaba el gusto por lo exótico y, como conocería después, por lo erótico.

Nuestra relación comenzó como todas las historias puñeteras, Papamio sentía un no sé qué por conocerlo, que aunque era pura pasión se confundió por querencia. ¡Ay qué equivocado estaba! Podía haber jurado que él era el sujeto de mis desvelos, pero en realidad era solo un maniquí, era solo un ser malévolo que sabía cómo "dejarse querer" para atraer a los faltos-de-amor-y-malquerencia y con su alma de "putilla", sacarles provecho.

Luego de varias salidas por un cafesito, el camino amoroso y romántico se fue al diablo, pues Papamio comprendió que aquel solo lo utilizaba por dineros, y porque, justo es admitirlo, la plática era muy interesante y llena de riqueza (sus intereses eran diversos, desde cine y literatura, hasta videojuegos donde destacaba pokémon).  En fin, esa puerta se cerró, saliamos como amigos, hasta un fatídico día donde la historia de la perversión ocurrió.

Sentados en el café, en un área semi-privada, sacó su laptop; veíamos videos musicales y trailers de películas, en su escritorio tenía una carpeta de fotos personales, vimos algunas, incluso unas donde él posaba sin playera, pero en la selección había otra carpeta sin título, él dijo riendo "esas no", pero era claro, una risa incitadora, era su placer exhibicionista deseando lucirse.

Las vimos.

Era una colección de penes, culos y traseros (personales como de terceros), además de algunas imágenes de indumentaria sadomasoquista, ha decir: látigos, esposas, máscaras leathers, cadenas y piercings. Finalmente, existían otras más intensas, personas en situación de amo-esclavo, de goldenshower, cropofagia y sangrado.

Me quedé atónito. En ese momento, aunque lo creí exhibicionista y liberal, no creí que estuviera tan adentrado en esos fetish o intereses. Ahora, con distancia, veo que sí, que él podría haber sido personaje en los 120 días de Sodoma del Marqués de Sade. No solo por lo sadomasoquista, digo ese es un fetish "más o menos" aceptado y conocido, sino que no se quedaba en los látigos o el dolor, sino que llegaba al punto de fantasear con la humillación total.

En ese instante, decidí ser fuerte, pretender que aquello no me había impresionado, sino que era "algo más de la vida", que aunque no compartía podía entender. Él esperaba mi reacción de disgusto, claro, pero no se la iba a dar. Sería indiferente, sería otro yo que acepta el juego y decide mostrarse superior y ganar. (Tan idiota Papamio, pues no habría nada que ganar).


Decidió llevar la tensión del momento a más. Jugueteando dijo que una de sus curiosidades era humillación pública y el dolor, específicamente la perforación de la uretra o del escroto. Entonces, así como si hubiera sido mostrar un tatuaje, con esa naturalidad, se desabrochó el pantalón y sacó su miembro. Señaló la parte que deseaba le perforaran con un alfiler.

No pude más.  Fingí risa y comicidad al respecto, pero me alarmaba el pánico que sentía, cualquiera pudo haber notado que él, el sjueto de la depravación, estaba ahí en un café con el miembro de fuera, señalando su pene.

Esa noche terminó así. Él con la promesa de juntarnos algún otro día y seguir platicando de sus deseos e intereses, yo, con el sinsentido abrumante de no saber qué estoy haciendo de mi vida.



Nos vimos otro día, ya no para hablar de eso o en un café, sino para tener un noche de videojuegos. Algo tranquilo.  Papamio se equivocó.

En casa, encendimos la consola y comenzamos a jugar. No pasaron ni cinco minutos en lo que el sujeto de forma natural, pero retadora, comenzó "el otro juego".

- Papamio - me dijo - ¿quieres que me desnude?
- ...ajá - respondí desconcertado.

Así lo hizo. Videojuegos por un tiempo mientras él estaba desnudo a mi lado. Es un hecho que vi su miembro, e incluso lo deseé. Claro que él se percató de lo que sucedía, puso pausa al juego y sin decir más, tomó con sus manos mi cara y cabeza,  violentamente me acercó a su pene.

Papamio hizo la faena ya conocida. Probó.
Su miembro era tremendo. Su largo bien podía haber sido superior a los 20 centímetros, pero no era lo que me atraía, Papamio nunca ha fantaseado por lo largo, pero fue lo ancho lo que me estremeció. Bastante generoso, tanto, que era mórbido el contraste entre el sujeto escuálido que él era y lo vigoroso de su mástil. Yo no lo sabía en ese momento, pero era claro que sería la razón por la que días después me diría que "siempre era pasivo pues nadie la aguanta, les duele".

Estuvimos un rato así, él pretendía seguir el juego, que yo probáse todo su cuerpo, pies, estómago, trasero, culo y pecho. Todo menos los labios. Él no besaba, ni lo haría. Bien dicen que las putas no besan, porque corren el riesgo de enamorarse.

Pensé que esa noche yaceríamos, pero no. Su interés no era probarme, era ser sujeto de deseo. Pretendía que yo le hiciera lo que deseaba, estaba en mis manos (literal). Sin embargo, pese a su rol de objeto era autoritario. Indicaba qué quería y hasta dónde. Llegó al punto de decirme que era su deseo orinarse ahí mismo, se lo negué y tras hacerlo, molesto, se dirigió al lavatorio a aliviarse.

Regresó y tomo el mando del videojuego, indicando que deseaba continuar la partida.
Una hora más tarde, él pretendía volver a la dinámica. Papamio preguntó "¿pues qué pretendes?"   y fue muy claro "quiero humillarte, quiero destruirte, veamos hasta dónde".

Y así, así comenzó el ocaso.