5 feb 2015

El sujeto de la depravación (1)

Papamio es, como dicen por ahí, "cosa seria". Muchas han sido las experiencias que han marcado el andar de este jovenazo, buen mozo y talentoso jotillo de sus querencias.

Sin embargo hay historias densas, de caos, de discordia, de poco tiento al sentido común y a-tentar con las "buenas costumbres"; no se espante lector, que recuerde que mis historias pueden ser verídicas, ficticias o ambas, pues todo finalmente cuando se cuenta es ficción, es solo cuando ocurre, en el instante en que son reales-verdaderas.

Así pues, les cuento un par de interacciones que son inventadas (o no), que pudieron haber sido (o no) con aquel que llamaramos "el sujeto de la depravación".


Moreno de piel, escuálido de cuerpo. Aunque sus facciones hacía creer que era un simple joven, sin mayor trascendencia, su mirada indicaba el gusto por lo exótico y, como conocería después, por lo erótico.

Nuestra relación comenzó como todas las historias puñeteras, Papamio sentía un no sé qué por conocerlo, que aunque era pura pasión se confundió por querencia. ¡Ay qué equivocado estaba! Podía haber jurado que él era el sujeto de mis desvelos, pero en realidad era solo un maniquí, era solo un ser malévolo que sabía cómo "dejarse querer" para atraer a los faltos-de-amor-y-malquerencia y con su alma de "putilla", sacarles provecho.

Luego de varias salidas por un cafesito, el camino amoroso y romántico se fue al diablo, pues Papamio comprendió que aquel solo lo utilizaba por dineros, y porque, justo es admitirlo, la plática era muy interesante y llena de riqueza (sus intereses eran diversos, desde cine y literatura, hasta videojuegos donde destacaba pokémon).  En fin, esa puerta se cerró, saliamos como amigos, hasta un fatídico día donde la historia de la perversión ocurrió.

Sentados en el café, en un área semi-privada, sacó su laptop; veíamos videos musicales y trailers de películas, en su escritorio tenía una carpeta de fotos personales, vimos algunas, incluso unas donde él posaba sin playera, pero en la selección había otra carpeta sin título, él dijo riendo "esas no", pero era claro, una risa incitadora, era su placer exhibicionista deseando lucirse.

Las vimos.

Era una colección de penes, culos y traseros (personales como de terceros), además de algunas imágenes de indumentaria sadomasoquista, ha decir: látigos, esposas, máscaras leathers, cadenas y piercings. Finalmente, existían otras más intensas, personas en situación de amo-esclavo, de goldenshower, cropofagia y sangrado.

Me quedé atónito. En ese momento, aunque lo creí exhibicionista y liberal, no creí que estuviera tan adentrado en esos fetish o intereses. Ahora, con distancia, veo que sí, que él podría haber sido personaje en los 120 días de Sodoma del Marqués de Sade. No solo por lo sadomasoquista, digo ese es un fetish "más o menos" aceptado y conocido, sino que no se quedaba en los látigos o el dolor, sino que llegaba al punto de fantasear con la humillación total.

En ese instante, decidí ser fuerte, pretender que aquello no me había impresionado, sino que era "algo más de la vida", que aunque no compartía podía entender. Él esperaba mi reacción de disgusto, claro, pero no se la iba a dar. Sería indiferente, sería otro yo que acepta el juego y decide mostrarse superior y ganar. (Tan idiota Papamio, pues no habría nada que ganar).


Decidió llevar la tensión del momento a más. Jugueteando dijo que una de sus curiosidades era humillación pública y el dolor, específicamente la perforación de la uretra o del escroto. Entonces, así como si hubiera sido mostrar un tatuaje, con esa naturalidad, se desabrochó el pantalón y sacó su miembro. Señaló la parte que deseaba le perforaran con un alfiler.

No pude más.  Fingí risa y comicidad al respecto, pero me alarmaba el pánico que sentía, cualquiera pudo haber notado que él, el sjueto de la depravación, estaba ahí en un café con el miembro de fuera, señalando su pene.

Esa noche terminó así. Él con la promesa de juntarnos algún otro día y seguir platicando de sus deseos e intereses, yo, con el sinsentido abrumante de no saber qué estoy haciendo de mi vida.



Nos vimos otro día, ya no para hablar de eso o en un café, sino para tener un noche de videojuegos. Algo tranquilo.  Papamio se equivocó.

En casa, encendimos la consola y comenzamos a jugar. No pasaron ni cinco minutos en lo que el sujeto de forma natural, pero retadora, comenzó "el otro juego".

- Papamio - me dijo - ¿quieres que me desnude?
- ...ajá - respondí desconcertado.

Así lo hizo. Videojuegos por un tiempo mientras él estaba desnudo a mi lado. Es un hecho que vi su miembro, e incluso lo deseé. Claro que él se percató de lo que sucedía, puso pausa al juego y sin decir más, tomó con sus manos mi cara y cabeza,  violentamente me acercó a su pene.

Papamio hizo la faena ya conocida. Probó.
Su miembro era tremendo. Su largo bien podía haber sido superior a los 20 centímetros, pero no era lo que me atraía, Papamio nunca ha fantaseado por lo largo, pero fue lo ancho lo que me estremeció. Bastante generoso, tanto, que era mórbido el contraste entre el sujeto escuálido que él era y lo vigoroso de su mástil. Yo no lo sabía en ese momento, pero era claro que sería la razón por la que días después me diría que "siempre era pasivo pues nadie la aguanta, les duele".

Estuvimos un rato así, él pretendía seguir el juego, que yo probáse todo su cuerpo, pies, estómago, trasero, culo y pecho. Todo menos los labios. Él no besaba, ni lo haría. Bien dicen que las putas no besan, porque corren el riesgo de enamorarse.

Pensé que esa noche yaceríamos, pero no. Su interés no era probarme, era ser sujeto de deseo. Pretendía que yo le hiciera lo que deseaba, estaba en mis manos (literal). Sin embargo, pese a su rol de objeto era autoritario. Indicaba qué quería y hasta dónde. Llegó al punto de decirme que era su deseo orinarse ahí mismo, se lo negué y tras hacerlo, molesto, se dirigió al lavatorio a aliviarse.

Regresó y tomo el mando del videojuego, indicando que deseaba continuar la partida.
Una hora más tarde, él pretendía volver a la dinámica. Papamio preguntó "¿pues qué pretendes?"   y fue muy claro "quiero humillarte, quiero destruirte, veamos hasta dónde".

Y así, así comenzó el ocaso.









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