19 jul 2020

No es difícil enamorarse de una puta. (Parte 2)

Jean Paul me sonrío. Era un joven en sus 20's, de acento extranjero, rubio de cabello, nariz afilada, ojo azul y un six pack de ensueño. Sus tetillas rositas, esculpidas en la suave, pero firme piel de un hombre lleno de confianza que se dedica a rentar la caricia. Vestía jeans azul claro justos y apretados en sus pompis (ay!) que se marcaban redondas burbujas, las cuales sólo eran superadas por su abultado-bulto, y lo digo así, porque así se veía, grosero como una redundancia, ofensivo como un "no mames" y con un potencial erótico descomunal.

— Buenas noches, ¿cómo están?

Nos saludó el joven, con la referencia a mi persona primero y al Chico Que Ríe después.

— Soy Jean Paul, ¿ustedes?

— Yo soy Papamio, él es el Chico Que Ríe.

Mi Chico estaba lo que sigue de nervioso, no es que quisiera irse es que él no sabía cómo comportarse o qué decirle, se sentía intensamente atraído por Jean Paul y no quería arruinar el intercambio de palabras.

Seguimos la plática. Mi Jean Paulito se sorprendió un poco porque el Chico Que Ríe y yo veníamos en pareja. "No es la primera vez que me topo novios, me gusta que sean de mente abierta", nos dijo. Comentó que él era un gay de oro, de esos que nunca han conocido mujer, pese a que no le habían faltado pretendientas en su natal Venezuela.

— Yo quería ir a EE. UU. pero en lo que hago dinero, pues me quedo en México, aquí me tratan bien.

Se despidió por un instante, tenía que dar su ronda en el bar. Lo cual nos dio oportunidad de discutir lo que había pasado. ¿Le invitaríamos una copa? (curiosamente llamada Copa de Dama, dos veces más cara que a precio regular) ¿Solo veríamos su show? ¡Ah Papamio, qué vas a hacer!

Estuvimos bebiendo un rato más, en lo que pasaban los bailes eróticos. Al fondo del local (recordemos que el negocio era como un pasillo largo, angosto, con un escenario que no podría tener mas de cuatro metros de ancho) tenían un cortinaje improvisado y un par de luces en cada esquina.
Realmente no había la infraestructura para dar un espectáculo, pero no importaba. El verdadero show, era lo que sucedía tras las cortinas y el espectáculo que eran los hombres.

Guapos, chacales, musculosos, esbeltos, osos, atléticos. Hombres con H de Húndela papi. En tres canciones se desvestían y hacían su performance. Aunque algunos torpes, había un par de ellos que le metían dramatismo y entusiasmo.

Ya ligeramente briagos, señalé a Jean Paul, "ven". Y vino. Me preguntó si me animaba a que se sentara con nosotros, a compartir algunos tragos, pero yo fui a lo directo. Ya con la fuerza de mi cerveza, la complicidad del Chico Que Ríe que se animaba a todo, y sobretodo con la curiosidad de conocer Hombre, le coquetee de la siguiente forma:

— Oye Jean Paul... y ¿de allá abajo, qué tal andas?

Sorpresa. Sonrisa. Diablo de lujuría.

— 21 centímetros papi y duro como piedra.

— ¿De verdad?

— Vamos atrás y compruébalo... le cumplo a los dos.

Me río de su atrevimiento. Bah, me quiere intimidar, a mi, al gran Papamio!. Muy bien. Pregunto los precios más por curiosidad que por deseo, más por retarlo, y perdí la apuesta. Su mirada penetra mis ojos y se vuelve el dominante. Jean Paulito me había puesto nervioso, él no iba a rajar ¿nosotros sí?.

Me comenta que para los dos, va un descuento, un privado de 3 canciones a 500 pesos "y tocan lo que quieran". Un oral combinado de 1,200 a 800 porque "me caen bien que vienen en pareja". Un servicio completo... "lo platicamos papi".

Le digo que muy bien, que se lo comento a mi novio. Me dice "anímate, de una vez" y me lleva mi mano a su entrepierna.

La toco. ¡Que gloria!
— "Aprieta"

¡Qué maravilla!
— "Asómate" y veo su tronco apretado apretado, una Crux dispuesta a levantarse cual ofensa a Dios. Palpitante, dispuesta.

— "De una vez, les cumplo a los dos... o si lo que quieres es ver, lo cojo y tu disfrutas".

Me asusté, pero me gustó. Yo no quería esto, yo no tengo esa fantasía, pero si quiero probarlo. Me sobresalté y vi al Chico Que Ríe que moría de ganas de saber qué tanto decía y qué tanto tocaba.

— ¿Qué te dijo Papamio?

— Dice que sí. — le comento con cierta complicidad Que lo que queramos.

— ...¿Oral?

— Oral.

Y nos besamos. Jean Paul sonrió. Entendió que el trato estaba hecho. Los tomé de las manos, novio y amante, y caminamos hacia el fondo del establecimiento.

18 jun 2020

Así como es arriba...

-¿No te aburres de hacer lo mismo siempre?

El Fabuloso me preguntó eso una noche en que estuvimos platicando en mi sala. Habíamos tenido varias salidas y ya sabíamos que la conversación era fluida y agusto. La pregunta me tomó por sorpresa.

Nuestras salidas eran muy parecidas, ya que a como él se describía -introvertido, parco con las personas, agobiado por las multitudes- no le latía algún plan que incorporara salir a convivir, por lo que yo no presionaba para formalizar uno distinto.

En ocasiones yo llegué a preguntarle si quería ir al cine, a cenar, a una plaza o parque, incluso si no quería platicar y aplicarnos a videojuegos, pero todo parecía molestarle o no ser suficiente.
Hasta ese día que me lanzó su pregunta, fue que dijo lo que verdaderamente tenía en mente. Él quería ir a un mirador de la ciudad. Tenía ganas de ver la ciudad desde otra vista.

Y aquí es donde me pregunto, si él ya sabe qué quiere, ¿por qué no decirlo? ¿Por qué esperar a que diga varios planes para que me los tenga que cancelar o rechazar con disgusto esperando a que diga justo lo que él tiene en mente? En fin.

Nos organizamos y pusimos fecha. Hicimos el día como si fuera un día turístico, como si fuera una ciudad nueva por descubrirse y hubiera muchas historias diferentes.  Toda la salida estuvo increíble. De esos días que permanecen.  En el punto final del recorrido, ocurrió lo que pocas veces. El Fabuloso se quebró.

Con mirada nostálgica, lagrimeo en los ojos y mente enfocada en el recuerdo, me platicó cosas de su familia. Una tristeza acumulada por años de peleas constantes, de abandonos, de resentimientos, de esperanzas que jamás llegaron ni llegarán.  Incluso me contó su historia amorosa y de sus exnovios. Aunque el sujeto vivía en otra ciudad, el Fabuloso aún sentía algo por él, no como para volver  a su romance, sino como un recuerdo ambivalente, odio y rencor pero como una buena etapa de su vida.

Mientras me contaba del "patán" de su exnovio, Papamio dividía su atención entre escucharlo, admirarse por presenciar por fin la humanidad del Fabuloso (verlo frágil, vulnerable, honesto... verlo humano), y desde luego, da vergüenza admitirlo, de compararse con el exnovio.

Papamio será muchas cosas, pero un patán jamás. Y es por eso que había sentimientos encontrados con la historia fabulosa, por que cómo es posible que él extrañara a alguien que, según sus propias palabras, era un "hijo de la chingada". Que no sólo mentía para avanzar en su carrera, sino que lo hacía con saña. El exnovio engañaba, manipulaba, incluso sostenía un tórrido affair con un amigo heterosexual y casado, que aparentemente, mientras la esposa dormía, se mandaban mensajes sexuales de deseo y coraje. Incluso el fabuloso me llegó a contar que su exnovio disfrutaba particularmente ser invitado a cenar por la esposa de su amigo, y mientras cenaban juguetear descaradamente por debajo de la mesa mientras la esposa ignoraba lo que ocurría...  y que incluso lo hizo mientras ella estaba esperando un hijo.

-Así son allá... son unos patanes, son bien cabrones y mañosos.

El día llegaba a su fin. Vimos el sol ponerse y con el reflejo en las nubes ver tonos rojizos-púrpuras dibujarse a través del cielo.

Comprando algo de cenar, regresamos a mi hogar.  Bienaventurados por la tarde y felices.
Hasta que en plena cena, ahora fui yo quien se quebró.  Ahora me tocó a mi descender. El Fabuloso me soltó lo que estaba pensando:

- Papamio... te hace falta ser más cabrón conmigo.

Así como es arriba, es abajo.
 


25 may 2020

Sobre esperanza, préstamos y aspectos descomunales...

La plática era amena.  Había días de mucha conversación, gustos en común y quejas sobre aquello que nos fastidiaba. En otras, la duda asechaba y no podía creer que alguien de tan buen ver pudiera destinar su tiempo y su iniciativa a un muchacho como papamío. Cierto es que uno tiene sus encantos y sus destrezas, pero ¡ah! la suerte es tan tremenda que en cualquier instante todo podía verse perdido.

Por esa razón, papamío procedió de una forma distinta a otras. Fue con tiento, con mesura, sin esperar algo más que lo que era. No había ilusiones ni vuelcos de corazón. Las cosas se llevaban con su justa medida, aunque para ser honestos, el Fabuloso parecía más y más deseoso de frecuentar.Sin embargo, la confianza apenas construida recibiría un fuerte golpe en los días venideros.

Algo muy extraño ocurrió durante una semana cotidiana. El Fabuloso ya tenía algunos meses batallando para conseguir un empleo. El lugar donde trabajaba había cerrado súbitamente, por lo cual se veía en una situación complicada. No encontraba algo que pudiera ser de su agrado ni conveniencia.  Uno de esos días, me pidió consejo para encontrar algún empleo, o bien, para echar a andar su negocio, lo cual era un aterrile idea en ese momento, puesto que tendría que solicitar créditos bancarios sin tener forma de respaldarlos ni un ingreso fijo próximamente.

Así pues, tras semanas de batallar, bromeó con lo que nunca debió bromear.

Ya durante los meses que platicamos, hubieron instantes de coqueteos y flirteos subidos de tono, pero todo dentro de cierto respeto y límite.  Entre bromas, me ofreció sus servicios como asistente personal en mi trabajo, a lo cual me negué, dentro del mismo juego. Después, en su apuro, me ofreció su servicio para hacer el aseo en mi vivienda, lo cual no le convenía, pues la paga es poca y la disponiblidad menos.

Pasaron los días, hasta que una mañana me la soltó directa. Yo le gustaba, él estaba si horny, pero también en un apuro. Me pidió prestado algo de dinero, con promesa de pago al par de meses, pero como manera de mostrar su interés, me sugirió tener relaciones.

Sí. Así como lo leen ustedes, lectores intrigosos.

El Fabuloso me ofreció sexo como muestra de buena voluntad a cambio de un préstamo (mínimo por cierto). Aunque el muchacho me gustaba, qué digo gustaba, me excitaba, la verdad es que era una situación que no me latió para nada. No dudaba en que me los pagaría de vuelta, es solo que era una petición nada cómoda.

Y no es que papamio sea de formas apretadas ni prejuiciosas, es solo que... ay, mi corazón veía en él alguien interesante y que valía la pena conocer, pero el meter el tema sexual y económico, limitaba toda esa convivencia.  Imponía una barrera que ensuciaba todo.

Le dije que no y solo insistió una vez más.  Me dijo que era sí porque necesitaba el dinero, pero que en realidad ya quería echar pasión conmigo. Lo quería, lo deseaba. Quizá su forma de solicitar el préstamo era más una excusa, una pantalla para no mezclar emociones que él estaba experimentando.

Sin embargo, no accedí.  Me dijo "Está bien".  Y no dijo más durante ese día.

A la mañana siguiente, la plática se retomó como si nada. Tema de videojuegos, de qué pasaba en el día, su familia y memes simpáticos. Todo con una cotidianeidad enrarecida pues Papamio sentía el tema incómodo.  Así ocurrió hasta que por la tarde, él abordó la plática sexual. Era evidente que estaba caliente. Deseaba sexting y demás.

A los que conocen el andar del papamio, saben bien que el sexting nunca ha sido de sus fuertes, nunca le ha encontrado saborsito. No es que sea raro, es simplemente que pues, no más le queda a uno la gana de estar ahí, de saciarse, de cumplir las fantasías que se manifiestan, de volverlas realidad.  Así pues, el tema se fue irremediable, literal y metafóricamente a la verga.

Cómo la traes, cuánto te mide, cómo la mueves, para dónde, qué me harías, qué esto y qué aquello. Y entonces, me confiesa... "Yo quiero una descomunal... no quiero nada si no es gigante" Lo dijo en serio. Lo dijo agresivo. Lo dijo determinante.

"No es descomunal, pero me defiendo" fue mi respuesta. "Jaja" fue la suya.  Minutos después se desconectó. No volvió esa noche.
No volvió al día siguiente
Ni la próxima semana.

No se había conectado tampoco. ¿Me bloqueó acaso? No había forma de saberlo.
Mandé un mensaje tiempo después, salía enviado, pero no hubo respuesta.

No hubo señales de vida por dos meses.
Conflicatuado, me sentí literal y metafóricamente, de la verga.






21 may 2020

El Fabuloso llega.

Papamio es un muchacho de espíritu coqueto, vivaz, pero en muchas formas, de un pesimismo profundo profundo. Aunque hace el intento del ligue sabrosón y de la mirada pispireta la realidad es que siempre navega con la idea de que todo va a fracasar y que el esfuerzo está condenado.

 Es una visión muy parca de la realidad, pero aún así surgen algunas risas en el camino y algunas sorpresas que dan un revolcón cochambroso a la vida galante del papamio. Esto ocurrió una tarde de abril en la que, haciendo uso de una popular app de ligues gays, se presenta un sujeto que saluda "hey, hola!". 

El perfil de papamio no muestra foto alguna, y da una descripción muy genérica de él, si usted la viera querido lector la olvidaría casi al instante, pues quizá lo único ligeramente distinto de la mayoría de los perfiles es que manifiesta un gusto por los videojuegos y el intelecto, fuera de eso, no hay nada destacado. 

 Por éstas razones, un saludo es cosa extraña, y más lo es cuando el usuario en cuestión tiene una foto de música alternativa y se describe a sí mismo como un joven twink en sus 20s, tranquilo, seguro, y con gusto por la inteligencia. 

Asumiendo que era un perfil falso (si, a esos niveles paranoicos se mueve su fiel confidente) papamio entabló una plática discreta, pero amable. 

 Vaya fuera la sorpresa que el sujeto en cuestión era tal como él se describía. Un videojeugador empedernido, conocedor de buena música y con un talento oculto. 
Además, mandó un par de fotografías para identificarlo.   
Muchacho guapo, de semblante triste, pero decidido. Era precioso. Lo juro. A muchos no les parecerá el estilo, pero bajo el estereotipo gay twink, les prometo amigos lectores, que de tenerlo, no desearían a nadie más por un buen tiempo. 

A decir verdad, él tenía una mirada de cabrón que no se deja por nadie ni por nada, aunque la vida no le ha sonreído en lo absoluto. Sin embargo, algo extraño tenía en su semblante... no era que se anduviera con secretos o manías, sino un dejo de "soy una pésima decisión en tu vida". 

Y sí, así lo fue.