18 jun 2020

Así como es arriba...

-¿No te aburres de hacer lo mismo siempre?

El Fabuloso me preguntó eso una noche en que estuvimos platicando en mi sala. Habíamos tenido varias salidas y ya sabíamos que la conversación era fluida y agusto. La pregunta me tomó por sorpresa.

Nuestras salidas eran muy parecidas, ya que a como él se describía -introvertido, parco con las personas, agobiado por las multitudes- no le latía algún plan que incorporara salir a convivir, por lo que yo no presionaba para formalizar uno distinto.

En ocasiones yo llegué a preguntarle si quería ir al cine, a cenar, a una plaza o parque, incluso si no quería platicar y aplicarnos a videojuegos, pero todo parecía molestarle o no ser suficiente.
Hasta ese día que me lanzó su pregunta, fue que dijo lo que verdaderamente tenía en mente. Él quería ir a un mirador de la ciudad. Tenía ganas de ver la ciudad desde otra vista.

Y aquí es donde me pregunto, si él ya sabe qué quiere, ¿por qué no decirlo? ¿Por qué esperar a que diga varios planes para que me los tenga que cancelar o rechazar con disgusto esperando a que diga justo lo que él tiene en mente? En fin.

Nos organizamos y pusimos fecha. Hicimos el día como si fuera un día turístico, como si fuera una ciudad nueva por descubrirse y hubiera muchas historias diferentes.  Toda la salida estuvo increíble. De esos días que permanecen.  En el punto final del recorrido, ocurrió lo que pocas veces. El Fabuloso se quebró.

Con mirada nostálgica, lagrimeo en los ojos y mente enfocada en el recuerdo, me platicó cosas de su familia. Una tristeza acumulada por años de peleas constantes, de abandonos, de resentimientos, de esperanzas que jamás llegaron ni llegarán.  Incluso me contó su historia amorosa y de sus exnovios. Aunque el sujeto vivía en otra ciudad, el Fabuloso aún sentía algo por él, no como para volver  a su romance, sino como un recuerdo ambivalente, odio y rencor pero como una buena etapa de su vida.

Mientras me contaba del "patán" de su exnovio, Papamio dividía su atención entre escucharlo, admirarse por presenciar por fin la humanidad del Fabuloso (verlo frágil, vulnerable, honesto... verlo humano), y desde luego, da vergüenza admitirlo, de compararse con el exnovio.

Papamio será muchas cosas, pero un patán jamás. Y es por eso que había sentimientos encontrados con la historia fabulosa, por que cómo es posible que él extrañara a alguien que, según sus propias palabras, era un "hijo de la chingada". Que no sólo mentía para avanzar en su carrera, sino que lo hacía con saña. El exnovio engañaba, manipulaba, incluso sostenía un tórrido affair con un amigo heterosexual y casado, que aparentemente, mientras la esposa dormía, se mandaban mensajes sexuales de deseo y coraje. Incluso el fabuloso me llegó a contar que su exnovio disfrutaba particularmente ser invitado a cenar por la esposa de su amigo, y mientras cenaban juguetear descaradamente por debajo de la mesa mientras la esposa ignoraba lo que ocurría...  y que incluso lo hizo mientras ella estaba esperando un hijo.

-Así son allá... son unos patanes, son bien cabrones y mañosos.

El día llegaba a su fin. Vimos el sol ponerse y con el reflejo en las nubes ver tonos rojizos-púrpuras dibujarse a través del cielo.

Comprando algo de cenar, regresamos a mi hogar.  Bienaventurados por la tarde y felices.
Hasta que en plena cena, ahora fui yo quien se quebró.  Ahora me tocó a mi descender. El Fabuloso me soltó lo que estaba pensando:

- Papamio... te hace falta ser más cabrón conmigo.

Así como es arriba, es abajo.
 


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